“Lo que tiene precio se compra, pero lo que tiene valor se conquista”
Jacques Lacan (Francia – 1901 a 1981)
Esta célebre cita de Jacques Lacan (Francia – 1901 a 1981) médico, psiquiatra y psicoanalista francés, sigue dando qué hablar. Esta oración es controvertida ya que expone un concepto contrario al pensamiento convergente o lógico, considerado como el razonamiento convencional. ¿Pero que tiene que ver esta frase con la formación en el puesto de trabajo y el pensamiento divergente?
Dicha cita muestra un enfoque más espontáneo, fluido, no lineal, basado en la curiosidad y en el inconformismo. Lacan fue uno de los grandes promotores del pensamiento divergente, que se caracteriza por la capacidad de generar múltiples soluciones a un mismo problema. El pensamiento divergente es encontrado entre las personas con rasgos de personalidad tales como: inconformismo, curiosidad, persistencia y voluntad de asumir riesgos.
Si se observa la tendencia en la sociedad actual, está se enfoca en enseñar competencias similares para todos. Aunque las grandes empresas empiezan a valorar otras aptitudes que aporten ingenio, vitalidad y auténtico capital humano a sus proyectos. Así, alguien capaz de ofrecer innovación, creatividad y nuevos objetivos, puede convertirse en un gran candidato para muchos de estos proyectos organizacionales.
¿Qué tiene que ver el pensamiento divergente con la educación?
La sociedad cambiante de hoy en día obliga a las organizaciones a “fluir” y adaptarse a cambios a un ritmo vertiginoso. Esto requiere que existan individuos con un pensamiento divergente predominante frente al pensamiento lineal. Sujetos que sepan dar soluciones poco estándar a los problemas que se presentan.
Un ejemplo de esta línea de pensamiento y trabajo es el de las personas consideradas emprendedoras que suelen encontrarse en Start Up o en empresas más tradicionales pero que buscan innovar. Este tipo de trabajador presenta una necesidad constante de crecer profesionalmente.
Para poder mantener esa capacidad de innovación es necesario dar acceso a la formación. La educación tradicional no ayuda a impulsar el pensamiento divergente, pero sí amplía los conocimientos y por tanto proporciona los recursos a los que un sujeto puede recurrir en un momento de necesidad.
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